Aquí encontrarás aquellos relatos breves de hechos curiosos que nos suceden circunstancialmente, que sirven de ilustración, ejemplo o entretenimiento.
Sí, hablamos de las anécdotas. Esos relatos que nos dan alegría y también nos pueden hacer reflexionar.
Cualquiera que sea hispanohablante o tenga conocimientos de español puede compartir sus anécdotas y chistes con nosotros y darnos ese toque que a veces necesitamos a diario.
Cuando era niño mi madre nos daba leche después de cada comida. Cuando salíamos a la calle y ya era hora de nuestra "teta", mamá tenía listo nuestro biberón y preparaba nuestra mamadera en un instante.
Ya un poco más crecido, y siendo tiempo de que deje la "teta", fuimos a almorzar a un "chifa", que es el nombre con que se le conoce a los restaurantes de fusión de comida casera china con ciertos ingredientes e influencia peruanas.
Era la primera vez que iba a un chifa y me impresionaba la decoración oriental y la comida diferente pero muy sabrosa. Los dueños y cocineros eran chinos y me llamaba mucho la atención porque además de ser diferentes a nosotros en sus facciones, hablaban diferente y a veces me asustaban un poco porque parecían que estaban peleando al hacerlo.
Al terminar nuestro almuerzo, automáticamente pensé: "Ahora falta mi teta". Pensé en ver al mozo venir con una bandeja y mi mamadera allí. Pero. Oh, sorpresa... trajo una tetera y unas tazitas sin asa con dibujitos chinos. Mayor fue mi sorpresa y espanto porque vi que la "leche" era color marrón claro y no era cremosa.
Cuando mi mamá me estaba alcanzando la pequeña taza con esa rara leche, le dije entre espanto, súplica y medio sollozando: "No quiero leche de chino mami".
Mi esposo acostumbra dormirse acariciándome el cabello... y yo, que odio peinarme, siempre tengo que lidiar por las mañanas con mi cabello revuelto.
Un día, estando en el salón de belleza, se me ocurrió ondulármelo. Pero le dije a la estilista que quería rizos que no necesitaran ningún producto para mantenerlos (“wax”, “mousse”, agua ionizada, etc.).
Esa noche le dije a mi esposo: "No puedo lavarme el cabello hasta mañana para que los rizos se fijen... ¡y no me los toques! Así que mi esposo durmió tranquilo sin tocarme el cabello.
En la madrugada me desperté bruscamente… era que mi esposo a la hora de voltearse me había jalado (halado) el cabello porque tenía los dedos enredados en él. En la mañana, cuando despierto, me miro al espejo y tenía los rizos disparejos unos bien ondulados y otros estaban estirados, así que tuve que mojarme todo el cabello para que se emparejara.
Al final, ondularme el cabello me dio más trabajo de lo que esperaba... así que no me duró mucho y en menos de un mes ya estaba con mi cabello lacio otra vez.
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